La estabilidad macroeconómica de un país contribuye a la creación de un ambiente favorable para la materialización de inversiones y el desarrollo productivo, incentivando la generación de empleos y aumentos en la productividad de las actividades económicas.
Dicha estabilidad es una de las condicionantes para generar los niveles de confianza y de certidumbre requeridos por los agentes económicos, relevantes para la toma de decisiones de cualquier proyecto de inversión.