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dc.contributorUniversidad Tecnológica de El Salvadoren_US
dc.contributor.authorRivas, Ramón Douglas-
dc.date.accessioned2019-06-06T16:46:55Z-
dc.date.available2019-06-06T16:46:55Z-
dc.date.issued2004-12-
dc.identifier.citationRivas, R. D. (2004). Maras y transculturación: orígenes de la violencia entre las pandillas juveniles en Ilobasco, El Salvador. San Salvador: El Salvador.en_US
dc.identifier.isbn9992321172-
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/11298/1088-
dc.description.abstractAl leer la ponencia de Ramón D. Rivas titulada Maras y transculturación. Orígenes de la violencia entre las pandillas juveniles en Ilobasco, El Salvador. Nos adentramos al estudio del tema de la violencia juvenil y las pandillas, tópico poco analizado en el país, dentro de la contextualización de las temáticas necesario indicar que, Patricia Alvarenga en su libro Cultura y ética de la violencia. El Salvador 1880-1932. Ha advertido el papel del estado salvadoreño en la generación de una cultura cotidiana de la violencia. Asimismo, ha promovido un tipo de violencia estructural que excluye y margina de los derechos fundamentales y de oportunidades de desarrollo a los sectores dominados. Aunque algunos sectores de la población han colaborado con el grupo gobernante en la confirmación de este tipo de práctica culturas y en el respecto a la jerarquía de clases. La falta de un proyecto de nación y de protección social a los sectores más vulnerables ha sido una deuda histórica permanente por parte del sector detentador del poder. La mayoría de los jóvenes que se integran a las pandillas son y han sido víctimas de violencia más profundas, más permanentes y más brutales. Desde la violencia estructural generada por el estado, hasta la violencia dentro del hogar ejercida por sus propios familiares, la cual deja profundas huellas psicológicas en la vida de los niños y jóvenes. No es posible achacarle a la guerra el surgimiento de la violencia juvenil debido a que cultura de la violencia ya existía en el país. Sin negar el peso de la violencia familiar como factor para ser miembro de una pandilla, debe aclararse que aparentemente los jóvenes llegan a las pandillas atraídos por estas y no tanto como una forma consciente de escape de sus hogares. Muchos de ellos se integran a una mara por el vacil y por llevarse bien con sus pares. Asimismo, consideran que el formar parte de este tipo de asociación no le da ningún tipo de beneficio. El origen de las pandillas juveniles radica en los procesos de marginación en los que ha vivido la juventud salvadoreña por parte del Estado, estrechamente relacionado con la socialización e interiorización de la violencia familiar. Los entes encargados de la seguridad pública se han encargado de la seguridad de una minoría privilegiada, para lo cual no han tenido reparo en echar mano de la violencia para incriminar a la población, principalmente a los jóvenes, quienes son los principales afectados, y los impugnadores de un sistema de dominación que les es adverso. La falta de una política criminal y de políticas integrales de atención a la juventud, permitieron el crimen del fenómeno y facilitaron su agravamiento. Lo anterior es confirmado por Néstor García Canclini cuando apunta que las bandas juveniles, como el comercio informal y otros tipos de organización fractal, evidencian la incapacidad de las políticas sociales y culturales macro para dar respuestas omnicomprensivas. El olfato de antropólogo de Rivas lo lleva muy bien a destacar el uso del cuerpo principalmente del tatuaje como forma de expresión de pertenencia a una comunidad. Sin embargo, las inscripciones corporales en tanto instrumento de seducción, suelen ser un modo ritual de afiliación y de separación. El cuerpo metaforiza lo social, y lo social metaforiza el cuerpo. En el recinto del cuerpo se despliegan simbólicamente desafíos sociales y culturales. Para Le Breton entre todas las zonas del cuerpo humano, en la cara se condensan los valores más altos. En ella se cristaliza el sentimiento de identidad, se establece el reconocimiento del otro. Se fijan las cualidades de seducción, se identifica el sexo. En este sentido, el comportamiento de muchos pandilleros de tatuarse la cara de la manera más grotesca sólo manifiesta una clara actitud de desesperanza, de ausencia de expectativas con respecto a su propio futuro. Poco importa el ser mal vistos o convertirse en delincuentes. Sobre la solución al problema de la violencia juvenil y las maras Rivas acota que el Estado juega un papel central en cuanto a formular un plan de inserción realista, pues si no se crean programas alternativos, sistemas innovadores a nivel educativo, los mareros crecerán, y nos encontraremos en una sociedad rodeada con gente de una mentalidad criminal y apática ante toda iniciativa. Al respecto considero que la manera más eficaz de combatir el problema de las pandillas en El Salvador no pasa por las acciones de represión y mano dura, sino por las acciones que impidan que los niños y los jóvenes en situación de riesgo se integren finalmente a las pandillas. La atención a las necesidades de estos sectores vulnerables es una deuda histórica que el Estado debe solventar sin pérdida de tiempo. Empero, es también un problema que conlleva la participación de toda la sociedad, donde se deja de lado de cultura del populismo, de la indiferencia y de la violencia y se comience a construir un tipo de relacionamiento basado en la solidaridad, la paz y la pertenencia a una comunidad nacional justa e igualitaria.-
dc.description.sponsorshipUniversidad Tecnológica de El Salvadoren_US
dc.format.extent31 p.en_US
dc.language.isoesen_US
dc.publisherUniversidad Tecnológica de El Salvador, Facultad de Arte y Culturaen_US
dc.relation.ispartofseriesColección Antropología ; n. 1-
dc.rightsCopyright 2004, Universidad Tecnológica de El Salvadoren_US
dc.subjectDELINCUENCIA JUVENIL - ASPECTOS PSICOLÓGICOSen_US
dc.subjectPANDILLAS - EL SALVADORen_US
dc.titleMaras y transculturación : orígenes de la violencia entre las pandillas juveniles en Ilobasco, El Salvadoren_US
dc.typeBooken_US
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